Seis personajes en busca de autor

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Luigi Pirandello

Seis personajes en busca de

autor

Prólogo

Francisco Nieva

Los grandes hallazgos de teatro son muy simples. Basta que no estén apoyados en ideas, sino en emociones. Nadie se emociona con las ideas, pero a partir de las emociones se puede pensar mucho, se puede llegar a hacer un teatro muy intelectual, como a veces nos parece el de Pirandello. Claro, que nos engañamos si creemos esto. A Pirandello se le juzgó en su tiempo de modo muy contradictorio. Se creyó que hacía un teatro muy reflexivo y lleno de abstracciones.

En esencia, el teatro de Shaw y de Pirandello extrae toda su teatralidad de su lucha contra la convención. Y toda sociedad es convencional. La convención es su acuerdo, es su eje y su sostén. Tanto uno como otro sabían que la convención social es insoslayable. He aquí el hallazgo trágico. La tragedia es irresoluble y por ello es trágica, pero tanto uno como otro se dirigían al espectador de teatro y a la conciencia particular de éste, «marginándolo» del resto de los alienados, y eso sí que es otro hallazgo. El buen teatro puede ir contra todo menos contra el espectador.

El espectador tiene que ser un aliado. Esto mismo hacían de él Pirandello y Shaw. Ninguno de los cuales se sirvió de ideas para crear emociones, sino todo lo contrario. Esto es aún más evidente en Pirandello, aunque se le tomase como más intelectual y abstracto que a Shaw.

Si antes he dicho que las ideas de teatro, las grandes ideas, son muy simples, lo dije pensando mucho más en Pirandello que en el otro. Pirandello descubre la esencia del llamado «suspense» que luego tanto se ha aplicado al cine. Basta con decir una tan simple verdad como la de que nada es lo que nos parece, basta basar en ella la dramaturgia de la inquietud y que cientos de obras salgan, no de la idea misma, sino del sentimiento de esa inquietud de la que emana toda teatralidad. Se diría que primero se ha lanzado una idea bastante abstracta y que con ella se ha provocado una emoción. Conociendo la vida de Pirandello se comprueba muy bien que el gran escritor jamás hace emociones de las ideas, que es un poseído por la vida y por sus emociones más complejas, un alma torturada y ardiente. De la obra entera de Pirandello emana un fuego siciliano, de mafia metafísica, de poderoso marginado -tiene angustias de perro: amó a una loca. Una loca que le infligió torturantes emociones que le hicieron pensar como aún no se ha atrevido a pensar ningún antisiquiatra sin estar loco como «no lo estaba» Pirandello: que la sociedad podía estar completamente del revés y esto no importaría lo más mínimo. Al contrario, sería más justa por darle su oportunidad a lo que ahora creemos la parte más oscura del hombre. ¿Cómo no va a ser oscura, si jamás la queremos iluminar?

Pirandello es un catalizador del genio siciliano -no napolitano-, un catalizador de la angustia de un grupo étnico tan híbrido y extraño. Sicilia es una tierra por donde reptan las sibilas. Todas las edades están muertas en Sicilia. Y Luigi Pirandello se casó con una loca. ¿Saben ustedes que amar a una loca es gustar de todas las desmesuras insensatas del amor, que se vive una inquietud sexualizada y se consulta al Juicio Final cuando se la besa? ¿Que Dios habla por boca de ella y dice las insensateces últimas de Dios, las insensateces que son su verdad más tremenda? La duda. Dios siembra la duda mientras arde y por eso transmite un calor de vida siempre llameante y «nunca resuelta». Amar o haber amado a una loca puede llevar a esta luminosa verdad que es la irresolución trágica de todo. Trágica porque no la dominamos, porque está enfrente de nosotros.