Él la desprecia y la considera Madre únicamente de nosotros tres, los bastardos. ¡Es vil!
Dirá todo esto rápidamente, excitadísima, y al llegar al «vil» final, después de haber inflado la voz en «bastardos», lo pronunciará despacio, como si escupiera la palabra.
LA MADRE. (Se dirige al DIRECTOR con una angustia infinita.) Señor, le suplico en nombre de estas dos criaturitas… (Se sentirá desfallecer y vacilará.) Dios mío…
EL PADRE. (Se aproxima para sostenerla mientras casi todos los ACTORES están aturdidos y consternados.) Por favor, una silla, una silla para esta pobre viuda.
LOS ACTORES. (Acercándose.) Entonces, ¿es verdad? ¿Desfallece?
EL DIRECTOR. ¡Una silla, rápido!
Uno de los ACTORES ofrecerá una silla; los otros la rodearán presurosos. La MADRE, sentada, intentará impedir que el PADRE le retire el velo que esconde su rostro.
EL PADRE. Mírela, señor, mírela…
LA MADRE. No, no, déjame.
EL PADRE. ¡Déjate ver! Le quitará el velo.
LA MADRE. (Irguiéndose y cubriéndose desesperadamente el rostro con las manos.) Señor, le suplico que impida a este hombre utilizarme para sus propósitos. ¡Sería horrible para mí!
EL DIRECTOR. (Impresionado, aturdido.) ¿Qué está pasando? ¿De quién se trata? (Al PADRE) ¿Es su esposa o no?
EL PADRE. (De inmediato.) Sí, señor, mi mujer.
EL DIRECTOR. ¿Entonces por qué es viuda, si usted vive?
Los ACTORES desahogarán todo su aturdimiento en una estruendosa carcajada.
EL PADRE. (Herido, con un áspero resentimiento.) ¡No se burlen! ¡No se rían así, por amor a Dios! Éste es justamente su drama, señor. Ella tuvo otro hombre. ¡Otro hombre que debería estar aquí!
LA MADRE. (Dando un grito.) ¡No! ¡No!
LA HIJASTRA. Por suerte para él, está muerto: hace dos meses, se lo dije. Llevamos su luto, como puede ver.
EL PADRE. Pero fíjese que no está aquí porque haya muerto. No está aquí porque… Mírela, señor, por favor, y lo comprenderá de inmediato. Su drama no consiste en el amor a dos hombres, por quienes ella es incapaz de sentir nada, más allá que un poco de reconocimiento. – No para mí, sino para el otro.– Porque no es una mujer. ¡Es una Madre! Y su drama -terrible, señor, terrible- consiste, de hecho, en estos cuatro hijos de esos dos hombres que tuvo.
LA MADRE. ¿Que yo los tuve? ¿Tienes el valor de decir que fui yo quien los tuvo, como si los hubiera deseado? ¡Fue él, señor! ¡Me los dieron él y el otro, a la fuerza! ¡Me obligó, me obligó a largarme con aquél!
LA HIJASTRA. (Cortante, indignada.) ¡No es cierto!
LA MADRE. (Aturdida.) ¿Cómo que no es cierto?
LA HIJASTRA. ¡No es cierto! ¡No es cierto!
LA MADRE.
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