¿Y tú qué sabes?
LA HIJASTRA. ¡No es cierto! (Al DIRECTOR) ¡No se lo crea! ¿Sabe por qué lo dice? Por ése… (Señalará al HlJO) ¡Lo dice por él! Porque se mortifica y sufre por la indiferencia de ese hijo, a quien quiere explicarle que si lo abandonó a los dos años fue porque él (señalará al PADRE) la obligó.
LA MADRE. (Decidida.) ¡Me obligó, me obligó! ¡Pongo a Dios por testigo! (Al DIRECTOR.) ¡Pregúnteselo a él (señalará al marido) si no es verdad! ¡Que él se lo diga!… Ella (señalará a la HIJASTRA) no puede saber nada.
LA HIJASTRA. Sé que con mi Padre, mientras vivió, tú viviste en paz y contenta. ¡Niégalo, si puedes!
LA MADRE. No lo niego…
LA HIJASTRA. ¡Siempre amoroso y preocupado por ti! (Al MUCHACHO, con rabia.) ¿No es verdad? ¡Dilo! ¿Por qué no hablas, tonto?
LA MADRE. ¡No lo molestes! ¿Por qué quieres hacerme parecer una ingrata, hija mía? ¡Nunca quise ofender a tu Padre! ¡Sólo he dicho que no fue por mi culpa ni por mi propio deseo que abandonara su casa y a mi hijo!
EL PADRE. Es verdad, señor. Fui yo,
Pausa.
EL PRIMER ACTOR. (A sus compañeros.) ¡Pero mira tú que espectáculo!
LA PRIMERA ACTRIZ. ¡Nos lo dan ellos, a nosotros!
EL ACTOR JOVEN. Por una vez.
EL DIRECTOR. (Que comenzará, a interesarse en el asunto.) ¡Presten atención! ¡Presten atención! Y diciendo esto bajará por una de las escalerillas a la sala y se quedará de pie delante del escenario, como si quisiera recoger las impresiones de la escena tal como lo haría un espectador.
EL HIJO. (Sin moverse de su lugar, frío, pausado, irónico.) ¡Escuchen ahora el discursito filosófico! Hablará el demonio de los experimentos.
EL PADRE. ¡Eres un cínico imbécil, te lo he dicho mil veces! (Al DIRECTOR, que ya está en la sala.) Se burla, señor, por las palabras que usé en defensa propia.
EL HIJO. (Despreciativo.) Palabras.
EL PADRE. ¡Palabras! ¡Palabras! ¡Como si no diera alivio a cualquiera frente a lo inexplicable, frente a un mal que nos consume, el dar con una palabra que nada dice pero que nos da calma!
LA HIJASTRA. ¡Calma sobre todo el remordimiento!
EL PADRE. ¿El remordimiento? Eso no es verdad. No lo he calmado en mí sólo con las palabras.
LA HIJASTRA. También con algo de dinero. ¡Sí, sí, también con un poco de dinero! ¡Con la miseria que iba a ofrecerme de paga, señores!
Reacción de indignación de los actores.
EL HIJO. (Con desprecio hacia su hermanastra.) ¡Eso es una canallada!
LA HIJASTRA. ¿Canallada? Si estaba allá, en un sobre azulado sobre la mesita de caoba, en la trastienda de Madama Paz. Usted sabe, una de esas señoras que con el pretexto de vender Robes et Manteaux atraen a sus atelliers a chicas pobres y de buena familia como una…
EL HIJO. Y se ha comprado el derecho a tiranizarnos a todos con ese dinero que él estaba a punto de pagar, y que por suerte -escúcheme bien- después ya no tuvo motivo para pagarlo.
LA HIJASTRA. ¡Estuvimos a punto, a punto, para que lo sepas! (Estalla en risas.)
LA MADRE. (Indignada.) ¡Es una vergüenza, hija! ¡Una vergüenza!
LA HIJASTRA. (Cortante.) ¿Vergüenza? ¡Si es mi venganza! ¡Me muero de ganas, señor, de revivir esa escena! La habitación… por acá la vitrina de los mantos; allá, el sofá cama; el tocador; un biombo; y delante de la ventana esa mesita de caoba con el sobre azulado del dinero.
1 comment