––He esperado.

MISTRESS MARCHMONT. ––Bueno, no íbamos a en­salzarla. Me han dicho que fue a la ópera el lunes por la noche y le dijo a Tommy Rufford durante la cena que, por lo que ella podía ver, la sociedad londinense estaba compuesta enteramente por repelentes y por ele­gantes.

LORD GORING. ––Tenía razón. Los hombres son todos repelentes y las mujeres todas elegantes, ¿no?

MISTRESS MARCHMONT. ––(Después de una pausa.) ¡Oh! ¿No pensará usted que es eso lo que quería decir mistress Cheveley?

LORD GORING. ––¡Naturalmente! Y es algo muy sen­sato. (Entra Mabel Chiltern. Se une al grupo.)

MABEL CHILTERN. ––¿Por qué están hablando de mistress Cheveley? ¡Todos hablan de mistress Cheveley! Lord Goring, dice... ¿Qué dice usted sobres mistress Cheveley, lord Goring? ¡Oh! Ya recuerdo: es un genio por el día y una belleza por la noche.

LADY BASILDON. ––¡Que horrible combinación! ¡Tan poco natural!

MISTRESS MARCHMONT. ––(Con un gesto soñador.) ¡Me gusta mirar a los genios y escuchar a las bellezas!

LORD GORING. ¡Ah! ¡Qué morbosa es usted, mis­tress Marchmonf

MISTRESS MARCHMONT. ––(Con verdadero gozo.) Me alegro de oírlo decir eso. Marchmont y yo estamos casados desde hace siete años y nunca me ha dicho que era morbosa. Los hombres son muy malos observa­dores.

LADY BASILDON. ––Siempre he dicho, querida Mar­garet, que era usted la persona más morbosa de Londres.

MISTRESS MÀRCHMONT. ––¡Ah! ¡Usted siempre tan simpática, Olivia!

MABEL, CHILTERN. ––¿Es morboso tener ganas de comer? Yo tengo muchas. Lord Goring, ¿quiere acompañarme a cenar?

LORD GORING. ––Con placer, miss Mabel. (Se separa del grupo)

MABEL, CHILTERN. ––¡Qué horrible ha estado usted! ¡No me ha hablado en todo el tiempo!

LORD GORING. ––¿Cómo iba a hacerlo? Se fue usted con ese niño diplomático.

MABEL, CHILTERN. ––Podía habernos seguido. Hubiera sido agradable. ¡No creo que esta noche me guste usted!

LORD GORING. ––¡Usted me gusta inmensamente!

MABEL, CHILTERN. ––¡Bueno, pues me agradaría que lo demostrase más! (Bajan la escalera.)

MISTRESS MARCHMONT. ––Olivia, tengo una curiosa sensación de debilidad. Creo que me gustaría mucho cenar. Sí, me gustaría.

LADY BASILDON. ––¡Yo me muero por cenar, Margaret!

MISTRESS MARCHMONT.