(Le hace una señal con su abanico para que se siente junto a ella.)
SIR ROBERT CHILTERN. ––Temo no poder darle ningún consejo, mistress Cheveley, excepto el de que se interese por algo menos peligroso. El éxito del canal depende, desde luego, de la actitud de Inglaterra, y yo voy a exponer el informe de los comisarios en la Cámara mañana por la noche.
MISTRESS CHEVELEY. ––No debe hacer eso. En su propio interés, sir Robert, no ya en el mío, no debe hacer eso.
SIR ROBERT CHILTERN. ––(Mirándola asombrado.) ¿En mi propio interés? Mi querida mistress Cheveley, ¿qué quiere decir?(Se sienta junto a ella.)
MISTRESS CHEVELEY. ––Sir Robert, voy a ser completamente franca con usted. Quiero que omita el informe que piensa leer en la Cámara, diciendo que cree que los comisarios tenían algún prejuicio, estaban mal informados o algo por el estilo. Después quiero que diga unas palabras para que el Gobierno vuelva a considerar la cuestión, explicando que tiene usted alguna razón para creer que el canal, si se terminase, tendría un gran valor internacional. Usted sabe la clase de cosas que dicen los ministros en casos como éste. Unas cuantas tonterías pueden servir. En la vida moderna nada produce tanto efecto como una buena tontería. ¿Hará eso por mí?
SIR ROBERT CHILTERN. ––¡Mistress Cheveley, no puede usted hablar en serio al hacerme esa proposición!
MISTRESS CHEVELEY. ––Hablo completamente en serio.
SIR ROBERT CHILTERN. ––(Fríamente.) Le ruego que me permita no creerlo.
MISTRESS CHEVELEY. ––(Hablando con gran énfasis.) ¡Ah! Hablo en serio. Y si hace lo que le pido, yo... le pagaré muy bien.
SIR ROBERT CHILTERN. ––¡Pagarme!
MISTRESS CHEVELEY. ––Sí.
SIR ROBERT CHILTERN. ––Temo no entender lo que quiere usted decir.
MISTRESS CHEVELEY. ––(Reclinándose en el sofá y mirándolo.) ¡Qué fastidio! Y yo que he venido de Viena para entenderme con usted.
SIR ROBERT CHILTERN. ––Lo siento, pero no la entiendo.
MISTRESS CHEVELEY. ––(En tono despreocupado.) Mi querido sir Robert, usted es un hombre de mundo y tiene su precio, supongo... Hoy día todo el mundo lo tiene. Lo malo es que la mayoría de la gente es horriblemente cara.Yo sé que lo soy. Espero que será usted más razonable.
SIR ROBERT CHILTERNV. ––(Se levanta indignado.) Sime lo permite, mandaré llamar a su coche. Ha vivido mucho tiempo en el extranjero, mistress Cheveley, y parece no darse cuenta de que está hablando con un caballero inglés.
MISTRESS CHEVELEY.
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