Han llegado a escribir correctamente su nombre en los periódicos. Eso en el continente es un gran éxito.

LADY CHILTERN. ––¡No creo que haya nada de común entre usted y mi marido, mistress Cheveley! (Se aleja de ella.)

VIZCONDE DE NANJAC. ––«Ah, chère madame, quelle surprise!» No la había vuelto a ver desde Berlín.

MISTRESS CHEVELEY. ––Desde Berlín no, vizconde. ¡Desde hace cinco años!

VIZCONDE DE NANJAC. ––Y está usted más joven y más bella que nunca. ¿Cómo lo consigue?

MISTRESS CHEVELEY. ––Teniendo por costumbre ha­blar con gente encantadora como usted.

VIZCONDE DE NANJAC. ––¡Ah! Me adula. Me unta usted con manteca, como dicen aquí.

MISTRESS CHEVELEY. ––¿Eso dicen? ¡Qué horrible!

VIZCONDE DE NANJAC. ––Sí; tienen un maravilloso lenguaje. Debía ser más conocido. (Entra sir Robert Chiltern. Es un hombre de cuarenta años, pero parece más joven. Va completamente afeitado y tiene el pelo y las cejas de color negro. Posee una marcada personalidad. No es popular -pocas personalidades lo son-, pero es intensamente admirado por unos pocos y muy respetado por la mayoría. Su nota característi­ca es una perfecta distinción con un ligero toque de orgullo. Uno se da cuenta de que él sabe perfectamente la posición que se ha creado en la vida. Un temperamento nervioso con apariencia tran­quila. Su boca y su barbilla son firmes y contrastan con la expre­sión romántica de sus ojos profundos. Este contraste sugiere una separación casi completa de la pasión y el intelecto, como si el pensamiento y la emoción estuvieran cada cual en su propia esfe­ra por medio de una violenta voluntad. Se observa gran nervio­sismo en las aletas de su nariz y en sus manos pálidas y delga­das. Sería inadecuado llamarlo pintoresco. El pintoresquismo no podría sobrevivir en la Cámara de los Comunes. Pero a Van Dyck le hubiera gustado pintar su cabeza.)

SIR ROBERT CHILTERN. ––Buenas noches, lady Markby. ¿Espero que habrá traído con usted a sir John?

LADY MARKBY. ––¡Oh! He traído a una persona mucho más encantadora que sir John. El carácter de sir John desde que ha tomado en serio la política se ha hecho intolerable.