––¿Y usted qué cree que es?

MISTRESS CHEVELEY. ––Una combinación de las tres. (Deja caer su abanico.)

SIR ROBERT CHILTERN. ––(Lo recoge.) ¡Permítame!

MISTRESS CHEVELEY. ––Gracias.

SIR ROBERT CHILTERN. ––Pero usted no me ha dicho aún lo que le ha hecho honrar a Londres con su pre­sencia tan de repente. Aquí casi ha terminado la tem­porada.

MISTRESS CHEVELEY. ––¡Oh! ¡No me preocupa la temporada londinense! Es demasiado matrimonial. La gente se dedica a cazar maridos o a esconderse de ellos. Yo quería conocerlo a usted. Es completamente cierto. Usted sabe lo que es la curiosidad de una mujer. ¡Casi tan grande como la de un hombre! Quería conocerlo a toda costa y... pedirle que hiciera algo por mí.

SIR ROBERT CHILTERN. ––Espero que no sea poca cosa, mistress Cheveley. Las cosas pequeñas son muy difi­ciles de hacer.

MISTRESS CHEVELEY. ––(Después de un momento de refle­xión.) No, no creo que sea poca cosa.

SIR ROBERT CHILTERN. ––Me alegro. Dígame lo que es.

MISTRESS CHEVELEY. ––Más tarde. (Se levanta.) Y ahora, ¿puedo pasear por su bella casa? He oído decir que sus cuadros son encantadores. El pobre barón Arnheim..., ¿recuerda al barón?..., solía decirme que tenía usted algu­nos Corots maravillosos.

SIR ROBERT CHILTERN. ––(Con un estremecimiento casi imperceptible.) ¿Conocía usted mucho al barón?

MISTRESS CHEVELEY-Íntimamente. ¿Y usted?

SIR ROBERT CHILTERN. ––En cierto momento.

MISTRESS CHEVELEY. ––Unhombre maravilloso, ¿verdad?

SIR ROBERT CHILTERN. ––(Después de una pausa.) Era muy notable en muchos sentidos.

MISTRESS CHEVELEY. ––Creo que ha sido una lástima que no escribiese sus memorias. Hubieran sido muy inte­resantes.

SIR ROBERT CHILTERN. ––Sí. Conocía bien a muchos hombres y a muchos países, como la vieja Grecia.

MISTRESS CHEVELEY. ––Sin la terrible desventaja de tener una Penélope esperándolo en casa.

MASON. ––Lord Goring. (Entra lord Goring. Treinta y cua­tro años, aunque él siempre dice ser más joven. Cara bien pare­cida, pero sin expresión. Es inteligente, pero no le gusta que crean que lo es. Muy elegante. Se disgustaría sí lo llamasen romántico. Juega con la vida y está en relaciones perfectamente buenas con el mundo. Le agrada ser incomprensible.